En una tarde otoñal, con la cúpula ploma pareja y ya no indecisa, un perro transitaba por la acera con rumbo al Norte. El sol no había aparecido ni para remedio.
Su andar fue corto.
Regreso con paso lento, con rumbo al Sur.
El perro buscaba una compañía, a su pareja o a su dueño.
Difícil responder .
Rumbo al Sur, andaba al encuentro de algo, de alguien o de una compañía.
Tal vez.
Frente a una ventana, con cortina transparente se observó el andar del perro rumbo al Norte primero, luego con rumbo al Sur.
Un leve viento movía las hojas de un arbusto.
Las hojas parecían saludar al observador.
Mientras tanto , en la cercanía ruidos de máquinas, rompían el silencio de la tarde gris, nublada, deprimente.
El frío en aumento molestaba ya gargantas y enfriaba cuerpos, arrancaba achises de más de una persona.
Abrigarse era lo conveniente en esta tarde predominantemente silente, apenas atemperada.
Había que abrigarse el cuello y todo el cuerpo, moverse lo suficiente,
En los primeros días de Mayo, casi al culminar la primera semana, había que romper la monotonía, combatir el frío y los malestares propios de la estación, más aún con varias décadas encima que ya tomaban su lugar.
Dochanlu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario