Una parte de tierra
parecía estéril.
A pesar de ser remojada
nada crecía en ella.
Y, por otro lado,
el agua que le caía
parecía no fertilizar.
Cuando a esa tierra
otra agua cayó,
todo cambió,
y en ella buen fruto dio.
El agua enrumbó
a otra tierra,
y fruto también apareció.
No existen tierra y agua
sin frutos que dar,
todo es cuestión de un toque.
Para la tierra
agua adecuada tiene que darse,
y toda agua a la precisa tierra
tiene que deslizarse.
Dochanlu.
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